22 septiembre 2009

Saudade


Frente a mares en donde alguna vez te bañabas, me vine a dar cuenta de quien eras. No se porque me reconocí en esa aguas, me parecieron las mías… al ver tu tierra, me intuí similar, conocida, sensitiva a tus hurañas formas de caminar.

Fue una sonrisa sonora, como cuando la lluvia golpea la tarde en tu ventana, donde todo tiene otro aroma, me deslumbre por esta insospechada forma de conocerte… así te ame, a ratos, a segundos, a siniestros segundos cuando mi conciencia me permitía el sentimiento.

Cuando llegue al Atlántico, nuevamente, tuve otra forma de verte… siguiendo tus pasos, pensando tus rutas, tratando de oler como me decías que olías las cocinas y los platos por las callejuelas de Alfama… pensé en quedarme en esta orilla, abandonar la otra rivera, dejar de lado un amor certero, por una esperanza ciega de olores nuevos.

Pero volví al pacifico, añorando el atlántico… y no me quito de encima tu mirada de azul profundo, que me dejo llevar por aquella ciudad, no puedo dejar de sentir y rogar que aparezcas por mis rutas como un navegante, que conocieras mis rumbos como permitiste aproximarme a los tuyos. Que enfrentaras no sólo un enorme mar, sino a una masa viviente de alturas inigualables, la cordillera y sus montañas te aplastara de manera que sucumbieras al mágico encanto que tiene sus rutas, sus personas, su cielo azul, donde susurran a lo lejos leyendas que buscan las aguas, como las tuyas… que te permitieras amarme, por medio de mis caminos y mis viajes, comprendiendo la fuerza de esta norme mole de tierra que se alza de sur a norte.


M.

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