15 marzo 2019

Notas de una “etnografía de verdad”

Se va por el agua, todas las expresiones y las diluye cada vez que se exige “seriedad”. Encapsuladas en cuadros, números y cuantificaciones, quedan presas todas las voces que oigo al caminar por los rincones de este país.

En mis últimos meses de ida y vuelta a la Araucania, he sido testigo de una felicidad y cariño, que con un tono azul te aprieta y habla mucho más allá de lo que los papeles y categorizaciones puede traducir un informe “científico”, que ni siquiera logra rosar con su ímpetu de sistematicidad las sonrisas que a mi se me brindan al sentarme a oír las voces de las personas, que mas que esperar ser oídas, viene a enseñar sobre sabores, olores y de vidas arraigadas a una tierra que sobrevive al impacto del agronegocio.

Pero la ciencia pretende decir que “viene ayudarlos”… prepotencia que solo perpetua su espacio de poder decimonónico, eco de su origen un pensamiento eurocentrico y logocentrico que condena otros modos de pensar/sentir; donde las epistemes que observo quedan catalogadas como las anécdotas del etnógrafo que vive… y se le coarta hablar.

Es momento de escribir esas historias; ni por la ciencia, ni por los otros, sino por mi… por todo lo que cargo entre mis zapatos que pisan tierras distintas y se maravilla con los susurros de expresiones y vivencias de las personas, conocimientos que frotan las nubes, las hacen llover y pintan radiantes otros mundos.

¡Agradezco siempre mi vida!, de saber oír, vivir y caminar conociendo, porque cuando la tierra me lleve tendré todo eso para cruzar al otro lado de las grandes aguas.