Tengo un reloj... un
reloj que marca el día,
… a la mañana
canta, durante el día zumba, mece los arboles y sus hojas, revolotea y ya me
conoce.
Cuando es el ocaso,
esa hora justo en que el sol se despide del día , él ¡chirría!
Con el corazón
enorme ¡canta!
Nos avisa desde el
árbol “ya es hora de cerrar el día”,
y hasta aveces nos
mira... con sus ojitos y oídos prestos, el zorzal se despide.
Con Antonio ya lo
conocemos, canta siempre todos los días a la misma hora, y yo le
digo “chao, chao buenas noches!”... y miro la pantalla de
computador, como una cadena esclavizante, y me digo “que sabio es
el zorzal, tiene toda la razón, es hora de descansar”.
Solo los inhumanos,
que nos creemos humanos, seguimos laburando ¡como idiotas!.
Mi consuelo, es que
en toda esta cárcel de cemento, yo conozco los sonidos de mis
vecinos, y sobretodo de mis vecinos pájaros, reconozco su voz... y
hasta veces siento comunicarme con ellos.
Con esto sigo
presente en el mundo, y la pantalla es una mera consecuencia, pero sé
donde va mis pasos... y mis oídos.
M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario