03 septiembre 2011

Estar en Madrid

No tengo claro como llegan los recuerdos... pero estaba sentada, esperando que llegara Mario, habia olor a incienso y una cierta sensacion de calama en la sala, ya todos listos, Mario habria las ventanas de nuestra aula, el sol pegaba fuerte en junio -y dejando los zapatos fuera- cada uno entraba a ordenar. Colocando los mat, cojines, saludarnos cada uno, de apoco... en el suelo, con las piernas cruzadas, las manos en mudra, respirabamos... salia de todos un canto hermoso, unido y Mario siempre al frente, de blanco, con su sonrisa inpostergable.

De ahi, las distintas asanas, respiraciones, cantos, que de a poco nos desanudaba de cada uno de nuestros temores... el momento de entrar encontacto. Sobre el piso, respirando lento, con los ojos cerrados, sentiamos cada ruido y movimiento, meditando... los pasos de nuestro profesor que se iba moviendo en la sala, hasta llegar a apagar la musica, nos ibamos entregando al entorno: la luz del sol de junio llegaba a mi cara, se sentia el calorcito en los pies, la brisa de primavera, las risas de los senegaleses en la plaza saludando a un paisano, los golpes de copas de la cafeteria de la esquina, las risotadas de las personas en la terraza... y en ese mar de sonidos conocidos aparecia siempre a la misma hora, una guitarra, un punteo marcado y sentido, la respuesta del otro, dos gitanos tocando flamenco, todas las tardes en Tirso de Molina...

Yo en la sala de yoga dejaba que los ruidos de mi barrio entraban en mi, las sentidas fraces de dos gitanos que sólo tocaban para ellos, usando la plaza como su casa, sin estar pidiendo dinero, haciendos fraceos, cantureos y bromas, reian juntos... nunca olvidare aquella sensación de estar en Madrid.

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