29 septiembre 2010

… a la hora de yoga.

A las 6.30 am, las lagañas pegadas, salen mis pies, cruzo calles y subo a la micro.

Colgando el Mat, ropa cómoda… ahuyentando el smog que en las próximas horas caerá en la ciudad, con espíritu de trabajador madrugador.

Y aunque mi espíritu se siente libre, dispuesto y alegre… de ver clarear el alba… No existe la misma sensación en todos.

Un vistazo por la micro, caras sentadas en lo sueños que nunca llegarán a ocurrir, cabezas cubiertas por gorros que tapan orejas, ojos y bocas… pantalones manchados y zapatos pintados, dormitazos en la ventana de la micro, que ya no prestan atención al despertar de la mañana, sin sonrisas, sin ánimo…

En verdadera angustia se levanta Santiago. El Santiago que construye, que abre puertas, que vende diarios, que ordena la ropa de las tiendas, quienes entregan el pan…

Santiago que suda, no en una clase de yoga, sino Santiago que suda lo que otros sólo suspiran… Dicen que ¡con gran esfuerzo suspiran!, en apretados trajes grises.

La ciudad se despierta sobre los hombros de tanta, tanta gente… que acumula el sueño de todas las madrugadas que por generaciones les ha toca que sacrificar.

M.

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